lunes, 17 de mayo de 2010

una mujer ardiente

Nunca imaginé ,el día que empecé a trabajar para ella, que acabaría así. Todo acabó el día en el que cayó la última gota que acabó colmando el vaso, la ira se apoderó de mí y decidí borrarla del mapa. Medité intensivamente sobre la rutina de esa bruja y descubrí un punto coincidente. Siempre se sentaba en el mismo sillón, así que mi maquiavélica mente y mis manos crearon un mecanismo que mandaría a esa pordiosera al otro barrio. Tal y como imagine, al día siguiente se sentó en ese maldito sillón, accionando el mecanismo que la empapó de gasolina y encendió la cerilla que le prendería fuego. Fue todo un deleite verla arder y cuando murió sólo tuve que llamar a la policía con acento de asombro. Cuando llegaron hice de maravilla mi papel de mayordomo asustado, pero cuándo estaban a punto de irse un calor abrasador me invadió. Con el tiempo mis nervios iban en aumento y al final no me resistí a contarles mi crimen.
Y aquí me tienen, contándoles esta historia desde el manicomio. Mi historia de como ajusticié a esa al otro barrio.